jueves, 13 de enero de 2011

La ciudad de Junín de los Andes se convirtió lentamente en una meta de peregrinaciones y en un centro de espiritualidad dentro de un espacio de increíble belleza natural, que invita a los creyentes a recordar los momentos de la creación, y la vida de la beata Laura Vicuña, que ofreció su vida y su juventud por la rendición de su madre.

Esta joven chilena vino con su madre y su hermana a nuestra zona en 1899, huyendo de la guerra civil de su país y del hambre en que las había sumido la muerte de su padre. La familia fue a vivir a la estancia Quilquihué en Junín de los Andes, pasando su madre con el tiempo a convivir con el dueño de la estancia, Don Manuel Mora. Las hermanas se educaron en el Colegio Salesiano María Auxiliadora como pupilas. Ya adolescente en visita a la estancia es abordada por su padastro y al ser rechazado decide hacerla dormir a la intemperie y dejar de pagar la escuela, Laura decide ofrecer la vida por la conversión de su madre. Ese invierno se enferma y para acompañarla la madre decide mudarse a Junin. Mora indignado por perder a ambas mujeres golpea a Laura quien le dice a su madre en su lecho de muerte que ella ofreció su vida a Jesús para que ella abandone a Mora y se convierta. La madre promete cumplir su deseo, muriendo la niña antes de sus trece años.
Desde 1937 hasta 1958, sus restos descansaron en el cementerio ubicado sobre Avenida Necochea. Luego fueron trasladados a Bahía Blanca, donde se encuentran actualmente.
Luego de su fallecimiento ha sido enorme la fe católica que ha despertado la vida ejemplar y el buen accionar de Laura Vicuña. Tan es así, que se han producido algunos milagros. Sor Ofelia Lobos Arellano, religiosa del instituto de las Hijas de María Auxiliadora, comenzó a padecer una enfermedad incurable. Durante diez años recibió todo tipo de tratamiento médico, incluso se le realizaron tres intervenciones quirúrgicas hasta que le diagnosticaron pocos meses de vida.
En esas condiciones fue invitada a pedir su curación a Laura Vicuña, una noche sintió que Dios la escucharía a través de esta jovencita, y que atendería sus ruegos. Entonces se retiró el oxígeno que debía usar permanentemente y descansó. A la mañana siguiente se despertó curada sin ningún malestar.
Dicho milagro ha sido estudiado y aprobado por la iglesia llevando a Laura a la beatificación en 1988. Esto significa, para los católicos, que se le reconocen sus virtudes como aptas para el culto público. Al visitar la tierra que vio crecer a Laura Vicuña resulta inevitable sentir el deseo profundo de reflejarse en el cristalino río de su bondad, amor y donación heroica.


Texto: patagonia.com.ar


No hay comentarios:

Publicar un comentario